martes, 20 de enero de 2009

ABYA YALA O DESCOBRIMENTO DA AMERICA, C.W. Porto Gonçalves (en portugués . en español)






Carlos Walter Porto‑Gonçalves
(Traducción Javier Lorca y Jorge Montenegro)


Enrique Dussel (Dussel, 1993) ya nos había advertido que el denominado "descubrimiento de América" fue, en verdad, el encubrimiento de los pueblos que aquí habitaban. Abya Yala es, así, el verdadero descubrimiento de América. Es lo que veremos en este artículo.
En la lengua del pueblo Kuna, Abya Yala significa "tierra madura", "tierra viva" o "tierra en florecimiento" y es sinónimo de América. El pueblo Kuna es originario de Sierra Nevada, en el norte de Colombia, habitó la región del Golfo de Urabá y las montañas de Darien, y actualmente vive en la costa caribeña de Panamá, en la Comarca de Kuna Yala (San Blas). Abya Yala se viene usando como una autodesignación de los pueblos originarios del continente en contraposición a América, expresión que, aunque usada por primera vez en 1507 por el cosmólogo Martin Wakdseemüller, sólo se consagra desde fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX como un medio de las élites criollas para afirmarse en contraposición a los conquistadores europeos dentro del proceso de independencia. Aunque los diferentes pueblos originarios que habitan el continente atribuyeran nombres propios a la regiones que ocupaban ‑Tawantinsuyu, Anauhuac, Pindorama‑, la expresión Abya Yala es cada vez más usada por los pueblos originarios del continente objetivando la construcción de un sentimiento de unidad y pertenencia. Pese a que algunos intelectuales, como el sociólogo catalán‑boliviano Xavier Albó, ya habían utilizado la expresión Abya Yala en contraposición a la designación consagrada de América, la primera vez que la expresión fue explícitamente usada con ese sentido político fue en la II Cumbre Continental de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas de Abya Yala, realizada en Quito en 2004. Nótese que en la I Cumbre, realizada en México en el año 2000, la expresión Abya Yala aún no era invocada, como se puede leer en la Declaración de Teotihuacán, cuando se presentan como "los Pueblos Indígenas de América reafirmamos nuestros principios de espiritualidad comunitaria y el inalienable derecho a la Autodeterminación como Pueblos Originarios de este continente". A partir de 2007, sin embargo, en la III Cumbre Continental de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas de Abya Yala, realizada en Iximche, Guatemala, no sólo se autoconvocan como Abya Yala, sino que también resuelven constituir una Coordinación Continental de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas de Abya Yala "como espacio permanente de enlace e intercambio, donde converjan experiencias y propuestas, para que juntos enfrentemos las políticas de globalización neoliberal y luchar por la liberación definitiva de nuestros pueblos hermanos, de la madre tierra, del territorio, del agua y de todo patrimonio natural para vivir bien". Poco a poco, en los diferentes encuentros del movimiento de los pueblos originarios, el nombre América va siendo sustituido por Abya Yala, indicando así no apenas otro nombre, sino también la presencia de otro sujeto enunciador del discurso, hasta aquí callado y subalternizado en términos políticos: los pueblos originarios.
La idea de un nombre propio que abarcara todo el continente se impuso a esos diferentes pueblos y nacionalidades cuando comenzaron a superar el largo proceso de aislamiento político a que se vieron sometidos tras la invasión de sus territorios en 1492, con la llegada de los europeos. Junto con Abya Yala hay todo un nuevo léxico político que también se viene construyendo, donde la propia expresión "pueblos originarios" gana sentido. Esa expresión afirmativa fue la que esos pueblos en lucha encontraron para autodesignarse y superar la generalización eurocéntrica de "pueblos indígenas". A fin de cuentas, antes de la llegada de los invasores europeos, en el continente había una población estimada de entre 57 y 90 millones de habitantes que se distinguían como maya, kuna, chibcha, mixteca, zapoteca, ashuar, huaraoni, guarani, tupinikin, kaiapó, aymara, ashaninka, kaxinawa, tikuna, terena, quéchua, karajás, krenak, araucano/mapuche, yanomami, xavante, entre tantos y tantas nacionalidades y pueblos originarios del continente. La expresión "indígena" es, en ese sentido, una de las mayores violencias simbólicas cometidas contra los pueblos originarios de Abya Yala en la medida en que es una designación que hace referencia a las Indias, o sea, a la región buscada por los negociantes europeos a fines del siglo XV. La expresión "indígena" ignora, así, que esos otros pueblos tenían sus propios nombres y su propia designación para sus territorios. Paradójicamente, la expresión "pueblos indígenas", en la misma medida en que ignora la differentia specifica de esos pueblos, contribuyó a unificarlos no sólo desde el punto de vista de los conquistadores/invasores, sino también como una designación que, en principio, servirá para constituir la unidad política de esos pueblos por sí mismos, cuando comienzan a percibir la historia común de humillación, opresión y explotación de su población y la dilapidación y devastación de sus recursos naturales.
Abya Yala se configura, por lo tanto, como parte de un proceso de construcción político‑identitario en el que las prácticas discursivas cumplen un papel relevante de descolonización del pensamiento, y que ha caracterizado al nuevo ciclo del movimiento "indígena" cada vez más como un movimiento de los pueblos originarios. La comprensión de la riqueza de los pueblos que viven aquí hace miles de años y del papel que tuvieron y tienen en la constitución del sistema‑mundo ha alimentado la construcción de ese proceso político‑identitario.
Considérese, por ejemplo, que hasta la invasión de Abya Yala (América) Europa detentaba un papel marginal en los grandes circuitos mercantiles, que tenían en Constantinopla uno de sus lugares centrales. La toma de esa ciudad por los turcos, en 1453, propició la búsqueda de caminos alternativos, sobre todo por parte de los grandes negociantes genoveses, que encontraron apoyo político entre las monarquías ibéricas y en la Iglesia Católica Romana. Desde entonces, circuitos mercantiles relativamente independientes en el mundo pasan a estar integrados e incluso se constituye el circuito Atlántico con la incorporación del Tawantinsuyu (región hoy ocupada por Perú, Ecuador y Bolivia, principalmente), del Anahuac (hoy México y Guatemala, principalmente), de las tierras guaraníes (envolviendo parte de Argentina, Paraguay, sur de Brasil y Bolivia, principalmente) y Pindorama (nombre con que los tupí designaban a Brasil). El carácter periférico y marginal de Europa era tal que la expresión "orientarse" (ir hacia el oriente) indicaba la relevancia de Oriente en la época. Así, es con la incorporación de los pueblos de Abya Yala y con su sometimiento político, junto con el tráfico y la esclavización de los negros africanos traídos a este continente, que se crea la oportunidad para la centralidad de Europa. En resumen, el surgimiento del sistema mundo moderno se da junto con la construcción de la colonialidad. Se trata, por lo tanto, de un sistema mundo moderno‑colonial. Y ese carácter contradictorio inscrito en el sistema mundo moderno, que busca olvidar su carácter también colonial, es lo que los pueblos originarios de Abya Yala vienen buscando explicitar en la lucha "por la liberación definitiva de nuestros pueblos hermanos, de la madre tierra, del territorio, del agua y de todo patrimonio natural para vivir bien".
De este modo, la descolonización del pensamiento se vuelve central para los pueblos originarios de Abya Yala. Como bien señaló Luis Macas, de la Coordinadora de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), "nuestra lucha es epistémica y política", donde cumple un papel fundamental el poder de designar lo que es el mundo. Varios intelectuales vinculados a las luchas de los pueblos de Abya Yala han señalado el carácter etnocéntrico inscrito en las propias instituciones, incluso en el Estado Territorial, cuyo eje estructurante está en la propiedad privada y cuyo fundamento se encuentra en el Derecho Romano. A pesar de su origen regional europeo, los fundamentos del Estado Territorial, incluso la idea de espacios mutuamente excluyentes, como la propiedad privada, han sido impuestos al resto del mundo como si fueran universales, ignorando las diferentes formas de apropiación de los recursos naturales que predominaban en la mayor parte del mundo, casi siempre comunitarias y no mutuamente excluyentes. En América Latina, el fin del colonialismo no significó el fin de la colonialidad, como afirmó el sociólogo peruano Aníbal Quijano, explicitando el carácter colonial de las instituciones que sobrevivieron tras la independencia y que ilumina la declaración de Evo Morales Ayma al asumir la presidencia de la República de Bolivia, en 2006, cuando afirmó que era "preciso descolonizar el Estado". Para que no se piense que se trata de una afirmación abstracta, debe recordarse que los concursos de oposición para funcionarios públicos en ese país eran realizados exclusivamente en lengua española, cuando aproximadamente el 62 por ciento de la población piensa en quechua, aymara y guaraní, las lenguas que hablan predominantemente en su vida cotidiana. En países como Guatemala, Bolivia, Perú, México, Ecuador y Paraguay, así como en ciertas regiones de Chile (en el sur, donde viven aproximadamente un millón de araucanos/mapuches), de Argentina (el Chaco norteño) y de la Amazonia (brasileña, colombiana y venezolana), el carácter colonial del Estado se hace presente con todo su peso. El "colonialismo interno", expresión consagrada por Pablo González Casanova, se muestra actual, en tanto historia de larga duración actualizada. No es raro que esas regiones sean objeto de programas de desarrollo, casi siempre para (des)arrollar, de modernización, casi siempre de colonización (de hecho, esas expresiones casi siempre son sinónimos).
La elección del nombre Abya Yala por los kuna recupera la lucha por la afirmación de sus territorios, de la que ellos fueron pioneros con su revolución de 1925, consagrada en 1930 en el derecho de autonomía de la Comarca de Kuna Yala, con sus 320.600 hectáreas de tierras, más las aguas vecinas del archipiélago de San Blas. La lucha por el territorio se configura como una de las más relevantes en el nuevo ciclo de luchas del movimiento de los pueblos originarios que se delinea a partir de los años '80 del siglo pasado (Myskitos en Nicaragua) y que logra su mayor expresión en los años '90 y a comienzos del nuevo siglo, revelando cambios profundos tanto del punto de vista epistémico como político.
En ese nuevo ciclo de luchas, se produce un desplazamiento de la lucha por la tierra en tanto medio de producción, característico de un movimiento que se construyó en torno a la identidad campesina, hacia una lucha por el territorio. Las grandes Marchas por la Dignidad y por el Territorio de 1990, que fueron movilizadas en Bolivia y en Ecuador con estructuras organizacionales independientes, son hitos de ese nuevo momento. "No queremos tierra, queremos territorio", es la síntesis expresada en un cartel boliviano. Así, más que una clase social, lo que se ve en construcción es una comunidad etnopolítica, o sea, el indigenato (Darcy Ribeiro) constituyéndose como sujeto político. Considérese que fue fundamental para esa emergencia la tensa lucha del pueblo miskito en el interior de la Revolución Sandinista, en Nicaragua (1979-1989), por la afirmación de su derecho a la diferencia y a la demarcación de sus territorios, y que, pese a todo el desgaste que generó aquella experiencia revolucionaria, en gran medida por la colonialidad presente entre las corrientes políticas e ideológicas que la lideraron, nos legó una de las más avanzadas legislaciones sobre los derechos de autonomía de los pueblos originarios, tal como nos informa Héctor Díaz-Polanco.
El levantamiento zapatista del 1º de enero de 1994 daría enorme visibilidad a ese movimiento que, aunque de modo desigual, se extiende por todo el continente al mostrar, por primera vez en la historia, que los pueblos originarios comienzan a dar respuestas más que locales/regionales a sus demandas, sin dejar de ser locales/regionales. El protagonismo de este movimiento ha sido importante en la lucha por la reapropiación de sus recursos naturales, como se puede ver en 2000, en Cochabamba, en la Guerra del Agua y, en 2005, en la Guerra del Gas, ambas en Bolivia, pero también entre los araucanos/mapuche, en Chile, en la lucha por la reapropiación del río Bio Bio, amenazado por la construcción de centrales hidroeléctricas, o aun en las luchas contra la explotación petrolera en el Parque Nacional de Yasuny, en la Amazonia ecuatoriana, y la frontera colombiano-venezolana, entre tantos otros ejemplos. Ese movimiento ha sido fundamental también en la lucha por la preservación de la diversidad biológica, en gran medida asociada a la diversidad cultural y lingüística. La dimensión territorial del movimiento se exhibe, asimismo, en su protagonismo ante las nuevas estrategias supranacionales de territorialización del capital, como en los casos del Nafta, el Alca y los Tratados de Libre Comercio (TLCs). El movimiento zapatista lo explicitó mejor que cualquier otro al hacer emerger al México Profundo, se podría decir a la "América Profunda", precisamente el día en que se firmaba el Nafta. El protagonismo del movimiento de los pueblos originarios también fue importante en la lucha contra el Alca y contra los TLCs que siguieron a la derrota del Alca. Como puede verse, la lucha por el territorio asume un carácter central y una perspectiva teórico política innovadora en la medida en que la dimensión subjetiva, cultural, resulta aliada a la dimensión material -agua, biodiversidad, tierra-. Territorio es, de esta manera, naturaleza + cultura, como insisten el antropólogo colombiano Arturo Escobar y el epistemólogo mexicano Enrique Leff, y la lucha por el territorio se muestra con todas sus implicaciones epistémicas y políticas. Cuando observamos las regiones de nuestro continente que contienen la mayor riqueza en biodiversidad y en agua, podemos ver cuán estratégicos son esos pueblos, y cada vez más tienden a ser, ante las nuevas fronteras de expansión del capital (Díaz-Polanco, Ceceña y Ornelas).
Abya Yala se posiciona así como un atractor (Prigogine) en torno al que otro sistema puede configurarse. Eso es lo que los pueblos originarios están proponiendo con ese otro léxico político. No olvidemos que dar nombre propio es apropiarse. Es hacer propio un espacio a través de los nombres que se atribuyen a ríos, montañas, bosques, lagos, animales y plantas; por ese medio, un grupo social se constituye como tal, constituyendo sus mundos de vida, sus mundos de significación y convirtiendo un espacio en su espacio: un territorio. El lenguaje territorializa y, de esa manera, se revela una tensión de territorialidades entre América y Abya Yala.

VERSION PORTUGUES


Enrique Dussel (Dussel, 1993) já nos havia alertado que o que foi chamado descobrimento da América foi, na verdade, o encobrimento dos povos que aqui habitavam. Abya Yala é, assim, o verdadeiro descobrimento da América, é o que veremos neste artigo.
Abya Yala na língua do povo Kuna significa “Terra madura”, “Terra Viva” ou “Terra em florescimento” e é sinônimo de América. O povo Kuna é originário da Serra Nevada no norte da Colômbia tendo habitado a região do Golfo de Urabá e das montanhas de Darien e vive atualmente na costa caribenha do Panamá na Comarca de Kuna Yala (San Blas). Abya Yala vem sendo usado como uma autodesignação dos povos originários do continente como contraponto a América expressão que, embora usada pela primeira vez em 1507 pelo cosmólogo Martin Wakdseemüller, só se consagra a partir de finais do século XVIII e inícios do século XIX por meio das elites crioulas para se afirmarem em contraponto aos conquistadores europeus no bojo do processo de independência. Muito embora os diferentes povos originários que habitam o continente atribuíssem nomes próprios às regiões que ocupavam – Tawantinsuyu, Anauhuac, Pindorama – a expressão Abya Yala vem sendo cada vez mais usada pelos povos originários do continente objetivando construir um sentimento de unidade e pertencimento. Embora alguns intelectuais, como o sociólogo catalão-boliviano Xavier Albó, já houvessem utilizado a expressão Abya Yala como contraponto à designação consagrada de América, a primeira vez que a expressão foi explicitamente usada com esse sentido político foi na II Cumbre Continental de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas de Abya Yala realizada em Quito em 2004. Note-se que na I Cumbre, realizada no México no ano 2000, a expressão Abya Yala ainda não fôra invocada como se pode ler na Declaracion de Teotihuacan quando se apresentam como “los Pueblos Indígenas de América reafirmamos nuestros principios de espiritualidad comunitaria y el inalienable derecho a la Autodeterminación como Pueblos Originarios de este continente”. A partir de 2007, no entanto, na III Cumbre Continental de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas de Abya Yala realizada em Iximche, Guatemala, não só se auto-convocam como Abya Yala como ainda resolvem constituir uma Coordenação Continental das Nacionalidades e Povos Indígenas de Abya Yala, “como espaço permanente de enlace e intercâmbio, onde possam convergir experiências e propostas, para que juntos enfrentemos as políticas de globalização neoliberal e lutemos pela liberação definitiva de nossos povos irmãos, da mãe terra, do território, da água e de todo patrimônio natural para viver bem”. Pouco a pouco, nos diferentes encontros do movimento dos povos originários o nome América vem sendo substituído por Abya Yala indicando assim não só outro nome, mas também a presença de outro sujeito enunciador de discurso até aqui calado e subalternizado em termos políticos: os povos originários.
A idéia de um nome próprio que abarcasse todo o continente se impôs a esses diferentes povos e nacionalidades no momento em que começaram a superar o longo processo de isolamento político a que se viram submetidos depois da invasão de seus territórios em 1492 com a chegada dos europeus. Junto com Abya Yala há todo um novo léxico político que também vem sendo construído onde a própria expressão povos originários ganha sentido. Essa expressão afirmativa foi a que esses povos em luta encontraram para se autodesignarem e superarem a generalização eurocêntrica de povos indígenas. Afinal, antes da chegada dos invasores europeus havia no continente uma população estimada entre 57 e 90 milhões de habitantes que se distinguiam como maia, kuna, chibcha, mixteca, zapoteca, ashuar, huaraoni, guarani, tupinikin, kaiapó, aymara, ashaninka, kaxinawa, tikuna, terena, quéchua, karajás, krenak, araucanos/mapuche, yanomami, xavante entre tantos e tantas nacionalidades e povos originários desse continente. A expressão indígena é, nesse sentido, uma das maiores violências simbólicas cometidas contra os povos originários de Abya Yala na medida em que é uma designação que faz referência às Índias, ou seja, a região buscada pelos negociantes europeus em finais do século XV. A expressão indígena ignora, assim, que esses outros povos tinham seus nomes próprios e designação própria para os seus territórios. Paradoxalmente, a expressão povos indígenas, na mesma medida em que ignora a differentia specifica desses povos, contribuiu para unificá-los não só do ponto de vista dos conquistadores/invasores, mas também como designação que, a princípio, vai servir para constituir a unidade política desses povos por si mesmos quando começam a perceber a história comum de humilhação, opressão e exploração de sua população e a dilapidação e devastação de seus recursos naturais.
Abya Yala configura-se, portanto, como parte de um processo de construção político-identitário em que as práticas discursivas cumprem um papel relevante de descolonização do pensamento e que tem caracterizado o novo ciclo do movimento indígena, cada vez mais movimento dos povos originários. A compreensão da riqueza dos povos que aqui vivem há milhares de anos e do papel que tiveram e têm na constituição do sistema-mundo tem alimentado a construção desse processo político-identitário. Considere-se, por exemplo, que até a invasão de Abya Yala (América) a Europa tinha um papel marginal nos grandes circuitos mercantis que tinham em Constantinopla um dos seus lugares centrais. A tomada dessa cidade pelos turcos, em 1453, engendrou a busca de caminhos alternativos, sobretudo por parte dos grandes negociantes genoveses e que encontraram apoio político entre as monarquias ibéricas e na Igreja Católica Romana. Desde então, circuitos mercantis relativamente independentes no mundo passam a ser integrado, inclusive constituindo o circuito Atlântico com a incorporação do Tawantinsuyu (região do atual Peru, Equador e Bolívia, principalmente), do Anahuac (região do atual México e Guatemala, principalmente), das terras guarani (envolvendo parte da Argentina, do Paraguai, sul do Brasil e Bolívia, principalmente) e Pindorama (nome com que os tupi designavam o Brasil). O caráter periférico e marginal da Europa era tal que a expressão orientar-se (ir para o Oriente) indicava a relevância do Oriente à época. Assim, é com a incorporação dos povos de Abya Yala e o seu subjugo político, juntamente com o tráfico e a escravidão dos negros africanos trazidos para este continente, que se ensejará a centralidade da Europa. Enfim, o surgimento do sistema mundo moderno se dá junto com a construção da colonialidade. É de um sistema mundo moderno-colonial que se trata, portanto. E é esse caráter contraditório inscrito no sistema mundo moderno, que procura olvidar o seu caráter também colonial, que os povos originários de Abya Yala vêm procurando explicitar na luta “pela liberação definitiva de nossos povos irmãos, da mãe terra, do território, da água e de todo patrimônio natural para viver bem”.
Deste modo, a descolonização do pensamento se coloca como central para os povos originários de Abya Yala. Como bem assinalou Luis Macas, da CONAIE – Coordinadora de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador - “nuestra lucha es epistémica e política” onde o poder de designar o que é o mundo cumpre um papel fundamental. Vários intelectuais ligados às lutas dos povos de Abya Yala têm assinalado o caráter etnocêntrico inscrito nas próprias instituições, inclusive no Estado Territorial, cujo eixo estruturante está na propriedade privada e que encontra no Direito Romano seu fundamento. Apesar de sua origem regional européia, os fundamentos do Estado Territorial, inclusive a idéia de espaços mutuamente excludentes, como a propriedade privada, têm sido imposto ao resto do mundo como se fossem universais, ignorando as diferentes formas de apropriação dos recursos naturais que predominavam na maior parte do mundo, quase sempre comunitárias e não mutuamente excludentes. Na América Latina, o fim do colonialismo não significou o fim da colonialidade, como afirmou o sociólogo peruano Aníbal Quijano, explicitando o caráter colonial das instituições que sobreviveram após a independência e que ilumina a declaração de Evo Morales Ayma quando de sua posse na Presidência da República da Bolívia, em 2006, quando afirmara que “é preciso descolonizar o estado”. Para que não se pense que se trata de uma afirmação abstrata, registre-se que os concursos para servidores públicos naquele país eram feitos exclusivamente em língua espanhola, quando aproximadamente 62% da população pensam em quechua, aymara e guarani línguas que falam predominantemente no seu cotidiano. Em países como a Guatemala, Bolívia, Peru, México, Equador e Paraguai, assim como em certas regiões do Chile (no sul, onde vivem aproximadamente um milhão de Araucanos/Mapuches), da Argentina (Chaco norteño) e da Amazônia (brasileira, colombiana e venezuelana) o caráter colonial do Estado se faz presente com todo seu peso. O “colonialismo interno”, expressão consagrada por Pablo Gonzalez Casanova, se mostra atual, enquanto história de longa duração atualizada. Não raro essas regiões são objeto de programas de desenvolvimento, quase sempre de (des) envolvimento, de modernização, quase sempre de colonização (aliás, essas expressões, quase sempre, são sinônimas).
A escolha do nome Abya Yala dos kuna recupera a luta por afirmação dos seus territórios de que os Kuna foram pioneiros com sua revolução de 1925, consagrada em 1930 no direito de autonomia da Comarca de Kuna Yala com seus 320 mil e 600 hectares de terras mais as águas vizinhas do arquipélago de San Blas. A luta pelo território configura-se como uma das mais relevantes no novo ciclo de lutas do movimento dos povos originários que se delineia a partir dos anos oitenta do século passado (Myskitos na Nicarágua) e que ganha sua maior expressão nos anos noventa e inícios do novo século, revelando mudanças profundas tanto do ponto de vista epistêmico como político. Nesse novo ciclo de lutas, ocorre um deslocamento da luta pela terra enquanto um meio de produção, característico de um movimento que se construiu em torno da identidade camponesa, para uma luta em torno do território. As grandes Marchas pela Dignidade e pelo Território de 1990 que foram mobilizadas na Bolívia e no Equador com estruturas organizacionais independentes são marcos desse novo momento. “Não queremos terra, queremos território”, eis a síntese expressa num cartaz boliviano. Assim, mais do que uma classe social, o que se vê em construção é uma comunidade etnopolítica, enfim, é o indigenato (Darci Ribeiro) se constituindo como sujeito político. Considere-se que foi fundamental para essa emergência a tensa luta do povo miskito no interior da Revolução Sandinista na Nicarágua (1979-1989) pela afirmação de seu direito à diferença e à demarcação de seus territórios que, apesar de todo o desgaste que trouxe àquela experiência revolucionária, em grande parte pela colonialidade presente entre as correntes políticas e ideológicas que a lideraram, nos legou uma das mais avançadas legislações sobre os direitos de autonomia dos povos originários, conforme nos informa Héctor Diaz-Polanco.
O levantamento zapatista de 1º de janeiro de 1994 daria grande visibilidade a esse movimento que, ainda que de modo desigual, se espraia por todo o continente ao mostrar, pela primeira vez na história, que os povos originários começam a dar respostas mais que locais/regionais a suas demandas sem que deixem de ser locais/regionais. O protagonismo desse movimento tem sido importante na luta pela reapropriação dos seus recursos naturais como se pode ver em 2000, em Cochabamba, na Guerra del Água e, em 2005, na Guerra do Gás, ambas na Bolívia, mas também entre os araucanos/mapuche, no Chile, na luta pela reapropriação do rio Bio Bio ameaçado pela construção de hidrelétricas, ou ainda na luta contra a exploração petroleira no Parque Nacional de Yasuny, na Amazônia equatoriana, ou na fronteira colombo-venezuelana também na luta contra a exploração petroleira, entre tantos outros exemplos. Esse movimento tem sido fundamental ainda na luta pela preservação da diversidade biológica, em grande parte associada à diversidade cultural e lingüística. A dimensão territorial desse movimento se mostra também no seu protagonismo diante das novas estratégias supranacionais de territorialização do capital, como no caso do Nafta, da Alca e dos TLCs. O movimento zapatista explicitou melhor que qualquer outro esse sentido, ao fazer emergir o México Profundo, poder-se-ia dizer a América Profunda, exatamente no dia em que se assinava o Nafta. O protagonismo do movimento dos povos originários também foi importante na luta contra a Alca e aos Tratados de Livre Comércio que se seguiu à derrota da Alca. Como se vê, a luta pelo território assume um caráter central e numa perspectiva teórico-política inovadora na medida em que a dimensão subjetiva, cultural, se vê aliada à dimensão material – água, biodiversidade, terra. Território é, assim, natureza + cultura, como insistem o antropólogo colombiano Arturo Escobar e o epistemólogo mexicano Enrique Leff, e a luta pelo território se mostra com todas as suas implicações epistêmicas e políticas. Quando observamos as regiões de nosso continente que abrigam a maior riqueza em biodiversidade e em água podemos ver o quão estratégicos esses povos são e tendem cada vez mais a ser diante das novas fronteiras de expansão do capital (Diaz-Polanco, Ceceña e Ornelas).
Abya Yala se coloca assim como um atrator (Prigogine) em torno do que outro sistema pode se configurar. É isso que os povos originários estão propondo com esse outro léxico político. Não olvidemos que dar nome próprio é se apropriar. É tornar próprio um espaço pelos nomes que se atribui aos rios, às montanhas, aos bosques, aos lagos, aos animais, às plantas e por esse meio um grupo social se constitui como tal constituindo seus mundos de vida, seus mundos de significação e tornando um espaço seu espaço – um território. A linguagem territorializa e, assim, entre América e Abya Yala se revela uma tensão de territorialidades.

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1 comentario:

  1. Solicito a mi visa para visitar a Venezuela y a los Estados Unidos de América con la visa K1 yankee como tambien los países que coincidan con la visa k1 yankee de los 5 continentes como tambien les prevengo de las motocicletas GLOVO caja amarilla quienes están matando a mi país Guatemala y a los países aliados por culpa de mis calumniadores porque soy la encarnacion divina del Dios mariche venezolano y del Dios chibcha Chibchacúm como tambien del idolo chibcha y del idolo mariche y de la santa muerte roja chibcha. Tambien soy la encarnacion divina del Dios yankee y del idolo yankee. tAMBIEN SOY LA ENCARNACION DIVINA DEL DIOS ARAUCANO BRASILEÑO DE LA CREACION UNIVERSAL Y DEL IDOLO ARAUCANO DE LA CREACION UNIVERSAL BRASILEÑO COMO TAMBIEN DEL DIOS FERMIN SAMBUCANO DE LA CREACION UNIVERSAL Y DEL IDOLO FERMIN SAMBUCANO DE LA CREACION UNIVERSAL BRASILEÑO. Los tales propagaron el corona virus por los calumniadores de los vórtices virtuales que me intuyen psíquicamente bajo las calumnias de prevaricador consecuente a la calumnia de inminente masoquista por la ley Monsanto o ley de las semillas (ley de la necrofilia).

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