1. Los conflictos por la tierra y por el territorio (que los zapatistas y la Vía Campesina enuncian) nos remiten hoy a la defensa que las comunidades tradicionales ejercen de sus lugares ancestrales frente al avance del capital que promueve un aprovechamiento exclusivo y excluyente de los recursos y de un poder institucional que se alía con el capital, entre otras cosas, para fortalecer los controles sobre el diferente. Ese territorio en conflicto no es más el viejo territorio/nación decimonónico, perdurable, esencial, homogéneo y coherente, palco de la gloria nacional, y sí un territorio multidimensional, cargado de contenidos, atravesado por cuestiones económicas, sociales, políticas, culturales, identitarias, ambientales, etc. que lo abren para pensar la diferencia. En América Latina, la radicalización de las estrategias de ocupación del territorio/recurso (apenas tierra) mediante grandes proyectos como el Plan Puebla/Panamá o el IIRSA (Integración de la Infraestructura Regional Latinoamericana) nos ofrecen pistas para localizar y comprender los conflictos. Los penúltimos recursos naturales que nos quedan (¿o son los últimos?) están en los territorios de las comunidades tradicionales. El agua, la madera, la tierra agrícola, los minerales, etc. son el objetivo unilateral e reduccionista de un capital que demanda territorio/recurso, sí, apenas tierra, sin prestarse a la comprensión del territorio que holla, del territorio/identidad rico en múltiples sentidos y dimensiones de sus habitantes tradicionales. Los conflictos son inevitables. Unos disputando el territorio/tierra y los otros la tierra y el territorio. Es el mismo conflicto, pero con dimensiones muy diferentes.
2. Al avance de las infraestructuras, que mejoran la productividad, amplían las posibilidades del comercio (exportaciones) y generan la riqueza indispensable para garantizar el bienestar y la calidad de vida de la población(?)... lo llaman desarrollo[1] desde hace un poco más de medio siglo. Un desarrollo rutilante, pero un desarrollo que esconde mucho más de lo que su brillo deja ver. La crítica anti y/o posdesarollista nos ha permitido acercarnos a la mitología del desarrollo con herramientas poderosas para desmontar (deconstruir) el sinsentido que lo acompaña. La percepción del desarrollo como un conjunto de discursos, de prácticas y de instituciones, que tienen ciertos efectos de poder y saber, ciertos regímenes de verdad y ciertos expertos que lo legitiman, nos sitúan frente a un desarrollo históricamente construido, ligado a la imposición de una lógica occidental, moderna y capitalista[2]. Una invención (el desarrollo/subdesarrollo) con una inmensa capacidad de colonizar el imaginario social. Pero también, una invención llena de grietas/críticas que colocan al desarrollo bajo la sospecha/posibilidad del derrumbe. En el cuadro al lado podemos encontrar algunos aliados en la tarea de agrandar esas grietas.
3. Pero ese desarrollo “macro” de la industrialización/urbanización planetarias, de las revoluciones verdes, de las megainfraestructuras, de las alianzas para el progreso, del american way of life, de la ciencia al servicio del progreso, etc.. no es el único desarrollo que hoy observamos. Ese gigante torparrón, fácil blanco de las más diversas críticas, consigue transmutarse con eficacia. Bajo nuevos ropajes (sustentabilidad, género, multiculturalidad, etc.) prolonga su sutil dominación. Reconocer esas nuevas ropas del emperador no puede ser tarea sólo de ingenuos. En América Latina la colonización del territorio y del imaginario por el desarrollo se está llevando a cabo también a través de versiones más amables y amigables como el “desarrollo territorial rural”. Un desarrollo “micro” y “encantador” que muestra su énfasis y su preocupación con el territorio, supuestamente con aquel territorio de la profundidad tradicional, con aquel mismo de las múltiples e interrelacionadas dimensiones. Sin embargo, centrado en el medio rural, donde encontramos todavía la mayor parte de las comunidades tradicionales (y de los recursos), ese nuevo (el mismo) desarrollo, el desarrollo territorial rural, comporta unos discursos, unas prácticas y unas instituciones (como las que podemos observar en el cuadro anterior) que mezclan la más sofisticada retórica del marketing social (género, participación, sostenibilidad, etc.), las improntas economicistas de la governanza (capital social, nueva institucionalidad, mercados dinámicos, Tercera Italia, learning regions, etc.) y los fines más loables (combate a la pobreza, al hambre, al analfabetismo, etc.), todo como mistificación para una expansión soft del mismo capital, de los mismos principios de una modernidad pluralmente homogeneizadora.
4. El proyecto de la modernidad/colonialidad se mantiene hoy en varios campos. El del desarrollo es uno que me parece especialmente fructífero por su diversidad, por su capacidad de renovarse y por su alcance planetario. Podemos reconocer ese proyecto en la lógica de los conflictos que el desarrollo genera, en la racionalidad de la planificación que ofrece, en la esencia de las estrategias con que se difunde. La invención de la idea de América Latina (trabajada por Walter Mignolo dentro de un amplio marco de referencias[3]) y de la idea de Tercer Mundo (estudiada por Arturo Escobar en el contexto de la diversa crítica anti o posdesarrollista[4]) se entrecruzan para ofrecernos un generoso espectro de posibilidades de análisis sobre esa América Latina “subdesarrollada”, campo de experimentación de todos los desarrollos, lugar de imposiciones moderno/coloniales, territorio donde confluyen una trama de saberes y poderes que refuerzan o aumentan, según los casos, nuevas hegemonías y nuevas sumisiones.
5. Partes de la misma agenda analítica, desafíos complementarios, serían: a) acompañar/estudiar/intentar entender a los sujetos que el desarrollo occidental, moderno y capitalista relegó a la categoría de “subdesarrollados entre los subdesarrollados”, aquellos que mantuvieron otras lógicas de reproducción diferenciadas en los países de América Latina, esas comunidades tradicionales que voluntariamente o no asumieron como propios otros caminos que el unilateralmente marcado por el desarrollo, como indígenas, campesinos, afrodescendientes, etc.; b) vigilar/analizar/denunciar las lógicas de las instituciones moderno/coloniales del desarrollo con su diversidad y fortaleza sustentada en una arquitectura escalar que va de lo global a lo local (y se inmiscuye hasta en la escala del cuerpo).
6. La metáfora de la herida está llena de imágenes sugerentes. Entre las tres heridas narcisistas que colocaron al ser humano en su (un) lugar[5] y las tres heridas esenciales que nos habla/canta Miguel Hernández (la del amor, la de la muerte y la de la vida), encontramos múltiples representaciones para el dolor y el desgarro de otras heridas. Como la herida colonial (de la cual nos habla Walter Mignolo en el texto anteriormente citado) o ¿por qué no? la herida del desarrollo infringida por un proyecto imposible, reduccionista y perturbador. Frente a esas heridas, lo que percibimos cuando observamos los conflictos por la tierra y por el territorio (desde el punto de vista de aquellos que no tienen duda de que el conflicto es indisociablemente por la tierra y por el territorio) es un “querer vivir”[6] de las comunidades tradicionales. Por toda América Latina nos encontramos gentes que hacen del querer vivir un desafío irreverente. La herida puede ser una metáfora de la vida. Pero afortunadamente no es la vida, y para muchas gentes no es el querer vivir. Por lo menos no solamente.
Bibliografía
CECEÑA, Ana Esther; AGUILAR, Paula; MOTTO, Carlos. Territorialidad de la dominación: La Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA). Buenos Aires: Observatorio Latinoanericano de Geopolítica, 2007.
ESCOBAR, Arturo. La invención del Tercer Mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo. Santafé de Bogotá: Norma, 1998 [1995].
ESTEVA, Gustavo. Desenvolvimento. In: SACHS, Wolfgang (Ed.). Dicionário do desenvolvimento. Guia para o conhecimento como poder. Petrópolis: Vozes, 2000 [1992], p. 59-83.
FRABETTI, Carlo. La cuarta herida. Rebelión, 08/05/2005. Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=14885. Acceso en: 26/11/08.
LATOUCHE, Serge. La apuesta por el decrecimiento. Barcelona: Icaria, 2008 [2006].
LÓPEZ PETIT, Santiago. El infinito y la nada. El querer vivir cono desafío. Barcelona: Bellaterra, 2003.
MINGOLO, Walter. La idea de América Latina. La herida colonial y la opción decolonial. Bracelona: Gedisa, 2007 [2005].
[1] Bueno, a eso y a casi todo que tenga que ver con el mito de un capitalismo viento en popa: “El desarrollo ocupa el centro de una constelación semántica increíblemente poderosa. No hay ningún otro concepto en el pensamiento moderno que tenga una influencia comparable sobre la manera de pensar y el pensamiento humanos. Al mismo tiempo, pocas palabras son tan incapaces de dar substancia e significado al pensamiento contemporáneo” (ESTEVA, 2000[1992], p. 61).
[2] Arturo Escobar (1998[1995]) nos ofrece un contundente punto de partida: “El desarrollo (...) debe ser visto como un régimen de representación, como una “invención” que resultó de la historia de la posguerra y que, desde sus inicios, moldeó ineluctablemente toda posible concepción de la realidad y la acción social de los países que desde entonces se conocen como subdesarrollados” (p. 14).
[3] Walter Mignolo las hace explícitas en los agradecimientos de su libro “La idea de América Latina” (2007 [2005]). Por citar algunas (en su orden): Enrique Dussel, Aníbal Quijano, Boaventura de Sousa Santos, Catherine Walsh, Libia Grueso, etc.
[4] Cuyos autores más destacados, según Serge Latouche, estarían en el cuadro de la “Pequeña ‘Internacional’ anti o posdesarrollista de la página anterior.
[5] Un repaso breve de esas y otras heridas podemos encontrarlo en el artículo “La cuarta herida” de Carlo Frabetti.
[6] Para un análisis profundo y sugerente sobre las potencias de la vida y el querer vivir, ver López Petit (2003)
2. Al avance de las infraestructuras, que mejoran la productividad, amplían las posibilidades del comercio (exportaciones) y generan la riqueza indispensable para garantizar el bienestar y la calidad de vida de la población(?)... lo llaman desarrollo[1] desde hace un poco más de medio siglo. Un desarrollo rutilante, pero un desarrollo que esconde mucho más de lo que su brillo deja ver. La crítica anti y/o posdesarollista nos ha permitido acercarnos a la mitología del desarrollo con herramientas poderosas para desmontar (deconstruir) el sinsentido que lo acompaña. La percepción del desarrollo como un conjunto de discursos, de prácticas y de instituciones, que tienen ciertos efectos de poder y saber, ciertos regímenes de verdad y ciertos expertos que lo legitiman, nos sitúan frente a un desarrollo históricamente construido, ligado a la imposición de una lógica occidental, moderna y capitalista[2]. Una invención (el desarrollo/subdesarrollo) con una inmensa capacidad de colonizar el imaginario social. Pero también, una invención llena de grietas/críticas que colocan al desarrollo bajo la sospecha/posibilidad del derrumbe. En el cuadro al lado podemos encontrar algunos aliados en la tarea de agrandar esas grietas.
3. Pero ese desarrollo “macro” de la industrialización/urbanización planetarias, de las revoluciones verdes, de las megainfraestructuras, de las alianzas para el progreso, del american way of life, de la ciencia al servicio del progreso, etc.. no es el único desarrollo que hoy observamos. Ese gigante torparrón, fácil blanco de las más diversas críticas, consigue transmutarse con eficacia. Bajo nuevos ropajes (sustentabilidad, género, multiculturalidad, etc.) prolonga su sutil dominación. Reconocer esas nuevas ropas del emperador no puede ser tarea sólo de ingenuos. En América Latina la colonización del territorio y del imaginario por el desarrollo se está llevando a cabo también a través de versiones más amables y amigables como el “desarrollo territorial rural”. Un desarrollo “micro” y “encantador” que muestra su énfasis y su preocupación con el territorio, supuestamente con aquel territorio de la profundidad tradicional, con aquel mismo de las múltiples e interrelacionadas dimensiones. Sin embargo, centrado en el medio rural, donde encontramos todavía la mayor parte de las comunidades tradicionales (y de los recursos), ese nuevo (el mismo) desarrollo, el desarrollo territorial rural, comporta unos discursos, unas prácticas y unas instituciones (como las que podemos observar en el cuadro anterior) que mezclan la más sofisticada retórica del marketing social (género, participación, sostenibilidad, etc.), las improntas economicistas de la governanza (capital social, nueva institucionalidad, mercados dinámicos, Tercera Italia, learning regions, etc.) y los fines más loables (combate a la pobreza, al hambre, al analfabetismo, etc.), todo como mistificación para una expansión soft del mismo capital, de los mismos principios de una modernidad pluralmente homogeneizadora.
4. El proyecto de la modernidad/colonialidad se mantiene hoy en varios campos. El del desarrollo es uno que me parece especialmente fructífero por su diversidad, por su capacidad de renovarse y por su alcance planetario. Podemos reconocer ese proyecto en la lógica de los conflictos que el desarrollo genera, en la racionalidad de la planificación que ofrece, en la esencia de las estrategias con que se difunde. La invención de la idea de América Latina (trabajada por Walter Mignolo dentro de un amplio marco de referencias[3]) y de la idea de Tercer Mundo (estudiada por Arturo Escobar en el contexto de la diversa crítica anti o posdesarrollista[4]) se entrecruzan para ofrecernos un generoso espectro de posibilidades de análisis sobre esa América Latina “subdesarrollada”, campo de experimentación de todos los desarrollos, lugar de imposiciones moderno/coloniales, territorio donde confluyen una trama de saberes y poderes que refuerzan o aumentan, según los casos, nuevas hegemonías y nuevas sumisiones.
5. Partes de la misma agenda analítica, desafíos complementarios, serían: a) acompañar/estudiar/intentar entender a los sujetos que el desarrollo occidental, moderno y capitalista relegó a la categoría de “subdesarrollados entre los subdesarrollados”, aquellos que mantuvieron otras lógicas de reproducción diferenciadas en los países de América Latina, esas comunidades tradicionales que voluntariamente o no asumieron como propios otros caminos que el unilateralmente marcado por el desarrollo, como indígenas, campesinos, afrodescendientes, etc.; b) vigilar/analizar/denunciar las lógicas de las instituciones moderno/coloniales del desarrollo con su diversidad y fortaleza sustentada en una arquitectura escalar que va de lo global a lo local (y se inmiscuye hasta en la escala del cuerpo).
6. La metáfora de la herida está llena de imágenes sugerentes. Entre las tres heridas narcisistas que colocaron al ser humano en su (un) lugar[5] y las tres heridas esenciales que nos habla/canta Miguel Hernández (la del amor, la de la muerte y la de la vida), encontramos múltiples representaciones para el dolor y el desgarro de otras heridas. Como la herida colonial (de la cual nos habla Walter Mignolo en el texto anteriormente citado) o ¿por qué no? la herida del desarrollo infringida por un proyecto imposible, reduccionista y perturbador. Frente a esas heridas, lo que percibimos cuando observamos los conflictos por la tierra y por el territorio (desde el punto de vista de aquellos que no tienen duda de que el conflicto es indisociablemente por la tierra y por el territorio) es un “querer vivir”[6] de las comunidades tradicionales. Por toda América Latina nos encontramos gentes que hacen del querer vivir un desafío irreverente. La herida puede ser una metáfora de la vida. Pero afortunadamente no es la vida, y para muchas gentes no es el querer vivir. Por lo menos no solamente.
Bibliografía
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[1] Bueno, a eso y a casi todo que tenga que ver con el mito de un capitalismo viento en popa: “El desarrollo ocupa el centro de una constelación semántica increíblemente poderosa. No hay ningún otro concepto en el pensamiento moderno que tenga una influencia comparable sobre la manera de pensar y el pensamiento humanos. Al mismo tiempo, pocas palabras son tan incapaces de dar substancia e significado al pensamiento contemporáneo” (ESTEVA, 2000[1992], p. 61).
[2] Arturo Escobar (1998[1995]) nos ofrece un contundente punto de partida: “El desarrollo (...) debe ser visto como un régimen de representación, como una “invención” que resultó de la historia de la posguerra y que, desde sus inicios, moldeó ineluctablemente toda posible concepción de la realidad y la acción social de los países que desde entonces se conocen como subdesarrollados” (p. 14).
[3] Walter Mignolo las hace explícitas en los agradecimientos de su libro “La idea de América Latina” (2007 [2005]). Por citar algunas (en su orden): Enrique Dussel, Aníbal Quijano, Boaventura de Sousa Santos, Catherine Walsh, Libia Grueso, etc.
[4] Cuyos autores más destacados, según Serge Latouche, estarían en el cuadro de la “Pequeña ‘Internacional’ anti o posdesarrollista de la página anterior.
[5] Un repaso breve de esas y otras heridas podemos encontrarlo en el artículo “La cuarta herida” de Carlo Frabetti.
[6] Para un análisis profundo y sugerente sobre las potencias de la vida y el querer vivir, ver López Petit (2003)
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