Con la intención de que los años de los bicentenarios no sean sólo un fastuoso escaparate donde el poder de los funcionarios de ocasión se mire a sí mismo y celebre gestas de independencia a través de solemnidades y pompas autoreferenciales, querríamos pensar los bicentenarios de manera otra. Abordarlos a través de modos y maneras que nos hablen de nuestro aquí y ahora. Se trata de llegar a puntos de partida que permitan resignificar 200 años de gobiernos criollos “blancoides” de la Indo-afro-América con sus rincones caribeños, arribar a puntos de inflexión que, partiendo del autoconocimiento, de la mirada hacia adentro, generen un pensamiento independiente, situado, de márgenes, revirtiendo la inversión colonial que colocó aquel carro delante de los caballos: “primero la ganancia y las instituciones, luego la regeneración de la vida y del vivir." La vida y el vivir (de los seres humanos y de la naturaleza de la cual son parte) al servicio de las instituciones políticas y económicas es, en realidad, naturalizar la muerte en vez de regenerar, alimentar y gozar el vivir.
Querríamos ser capaces de superar la dinámica de la acumulación para la cual toda forma de vida es prescindible y está supeditada al usufructo; querríamos poder superar esa certeza mesiánica que se adueña del futuro, convierte a los cuerpos en superfluos, los hace redundantes mediante el dispositivo de una violencia omnipresente que los separa de los territorios, controla los sentimientos, manipula las emociones y convierte al pensamiento en uno solo.
Querríamos retomar la legitimación de la multiplicidad en todas sus formas de concebir el tiempo y el espacio, de cuidar lo propio, de armonizarse con la tierra, de concebir la producción y de articular la existencia. Porque no creemos en una universalidad proclamada como única, una universalidad endogámica, idéntica a si misma donde el nomos occidental, moderno, tradicional, colonial redujo a los “otros”, a los muchos y ricos nomos andinos, mayas, mapuches, afros… en uno solo que denominó “tradicional”. Sí creemos que esta gran construcción social capitalista/moderna/colonial se impuso a sangre y fuego en nuestros territorios; y que los procesos independentistas fueron cómplices de esa sangre y ese fuego porque ignoraron las luchas, levantamientos y reclamos de los pueblos indios y afros en los años previos a la independencia.
Por eso, en este tiempo de evocaciones, queremos articular un abordaje desde otros pensamientos capaces de romper ese espejo europeizante en el que aprendimos a mirarnos por más que nos devolviera una imagen distorsionada, burda o empobrecida. Querríamos romper los cristales de ese orden colonial que fue la cara oculta y ominosa de la modernidad europea; querríamos generar un pensamiento que invierta el orden colonial, que permita opciones decoloniales recuperando territorios y autonomías indígenas, afro, campesinos y urbanos; reconociendo la dignidad rebelde, las dignas rabias, las rebeldías que truenan con los cerros mineros amenazados, la recuperación de múltiples saberes, de modos propios de organizar trabajos…
Por eso, se trata de
· llegar a un consentimiento que acepte la coexistencia de mundos diferentes, construidos a partir de imágenes y espejos propios también capaces de reflejar los universos artísticos de Cajamarca, Tarabuco, Ayacucho, Oaxaca, San Cristóbal, las plazas y mercados populares;
· pensar, saber que el diálogo es un problema no tan sólo una solución;
· buscar las marcas de los problemas urgentes que nos competen a todos y abordarlos en conjunto desde la situación de nuestro sistema mundo: los Estados-nación frente al ALCA, el IIRSA, las hegemonías regionales…;
· poner en cuestionamiento radical el concepto de desarrollo en sus acepciones generales y particulares, revisándolo a partir de otros modos del “buen vivir”; primero los seres humanos, los bienes naturales comunes, la comunidad social y la madre tierra...
· redefinir un sentido común a partir de la preservación la vida, la regeneración de la vida en armonía con todos los seres que cohabitan el planeta: preservar la biodiversidad, la tierra, las semillas, el agua, los cerros, las cordilleras, los glaciares…..;
· desprender-nos de la “mala sociedad” para religar-nos a pesar de las distancias territoriales, a pesar de las diferencias de nuestro origen, a pesar de nuestras historias y experiencias de vida en territorios de culturas milenarias, de europeos convertidos en colonos, de africanos convertidos en mano de obra esclava por el virreinato, de criollos y mestizos explotados, de inmigrantes venidos de los barcos…
“Cuando mataron a Tupac Amaru, el cerro Famatina tronó” dijo, como si fuera un paradigma de poesía y religamiento, una luchadora contra la minería a cielo abierto desde su Valle de Famatina en la provincia argentina de La Rioja;
· buscar modos y maneras otras, nuevas de producir lazos de convivencia también desde las imágenes, los pensamientos del silencio, los saberes decoloniales, la recuperación de los saberes ancestrales, la música, la plástica, la artesanía, la palabra …
· reconocer las múltiples trayectorias y sujetos emancipatorios;
· encontrar modos de cohabitar conocimientos/saberes construidos desde principios y tiempos diferentes;
· descolonizar los sistemas de justicia para buscar un pluralismo jurídico que nos permita habitar estos estados, para no dispensarlos sino forzarlos a la expansión de reconocimientos de lo que es nuestro, tanto los recursos materiales como los simbólicos (territorios y lo que el estado moderno/colonial llama derechos);
· quebrar la carcaza jurídica colonizadora que obliga a comunidades originarias a modos de vida y de producción que les son ajenos; aspirar a un pluralismo jurídico capaz de legitimar la coexistencia genuina de lo diferente;
· preservar los lugares de apego y saber que desde allí, desde esa situación de pertenencia toda “lucha es una fiesta”; sólo desde la integridad de esos lugares de apego –tanto urbanos como rurales- podremos evitar esta sistemática destrucción del presente y el futuro; podremos construir el mundo otro.
18 y 19 de diciembre de 2008
Querríamos ser capaces de superar la dinámica de la acumulación para la cual toda forma de vida es prescindible y está supeditada al usufructo; querríamos poder superar esa certeza mesiánica que se adueña del futuro, convierte a los cuerpos en superfluos, los hace redundantes mediante el dispositivo de una violencia omnipresente que los separa de los territorios, controla los sentimientos, manipula las emociones y convierte al pensamiento en uno solo.
Querríamos retomar la legitimación de la multiplicidad en todas sus formas de concebir el tiempo y el espacio, de cuidar lo propio, de armonizarse con la tierra, de concebir la producción y de articular la existencia. Porque no creemos en una universalidad proclamada como única, una universalidad endogámica, idéntica a si misma donde el nomos occidental, moderno, tradicional, colonial redujo a los “otros”, a los muchos y ricos nomos andinos, mayas, mapuches, afros… en uno solo que denominó “tradicional”. Sí creemos que esta gran construcción social capitalista/moderna/colonial se impuso a sangre y fuego en nuestros territorios; y que los procesos independentistas fueron cómplices de esa sangre y ese fuego porque ignoraron las luchas, levantamientos y reclamos de los pueblos indios y afros en los años previos a la independencia.
Por eso, en este tiempo de evocaciones, queremos articular un abordaje desde otros pensamientos capaces de romper ese espejo europeizante en el que aprendimos a mirarnos por más que nos devolviera una imagen distorsionada, burda o empobrecida. Querríamos romper los cristales de ese orden colonial que fue la cara oculta y ominosa de la modernidad europea; querríamos generar un pensamiento que invierta el orden colonial, que permita opciones decoloniales recuperando territorios y autonomías indígenas, afro, campesinos y urbanos; reconociendo la dignidad rebelde, las dignas rabias, las rebeldías que truenan con los cerros mineros amenazados, la recuperación de múltiples saberes, de modos propios de organizar trabajos…
Por eso, se trata de
· llegar a un consentimiento que acepte la coexistencia de mundos diferentes, construidos a partir de imágenes y espejos propios también capaces de reflejar los universos artísticos de Cajamarca, Tarabuco, Ayacucho, Oaxaca, San Cristóbal, las plazas y mercados populares;
· pensar, saber que el diálogo es un problema no tan sólo una solución;
· buscar las marcas de los problemas urgentes que nos competen a todos y abordarlos en conjunto desde la situación de nuestro sistema mundo: los Estados-nación frente al ALCA, el IIRSA, las hegemonías regionales…;
· poner en cuestionamiento radical el concepto de desarrollo en sus acepciones generales y particulares, revisándolo a partir de otros modos del “buen vivir”; primero los seres humanos, los bienes naturales comunes, la comunidad social y la madre tierra...
· redefinir un sentido común a partir de la preservación la vida, la regeneración de la vida en armonía con todos los seres que cohabitan el planeta: preservar la biodiversidad, la tierra, las semillas, el agua, los cerros, las cordilleras, los glaciares…..;
· desprender-nos de la “mala sociedad” para religar-nos a pesar de las distancias territoriales, a pesar de las diferencias de nuestro origen, a pesar de nuestras historias y experiencias de vida en territorios de culturas milenarias, de europeos convertidos en colonos, de africanos convertidos en mano de obra esclava por el virreinato, de criollos y mestizos explotados, de inmigrantes venidos de los barcos…
“Cuando mataron a Tupac Amaru, el cerro Famatina tronó” dijo, como si fuera un paradigma de poesía y religamiento, una luchadora contra la minería a cielo abierto desde su Valle de Famatina en la provincia argentina de La Rioja;
· buscar modos y maneras otras, nuevas de producir lazos de convivencia también desde las imágenes, los pensamientos del silencio, los saberes decoloniales, la recuperación de los saberes ancestrales, la música, la plástica, la artesanía, la palabra …
· reconocer las múltiples trayectorias y sujetos emancipatorios;
· encontrar modos de cohabitar conocimientos/saberes construidos desde principios y tiempos diferentes;
· descolonizar los sistemas de justicia para buscar un pluralismo jurídico que nos permita habitar estos estados, para no dispensarlos sino forzarlos a la expansión de reconocimientos de lo que es nuestro, tanto los recursos materiales como los simbólicos (territorios y lo que el estado moderno/colonial llama derechos);
· quebrar la carcaza jurídica colonizadora que obliga a comunidades originarias a modos de vida y de producción que les son ajenos; aspirar a un pluralismo jurídico capaz de legitimar la coexistencia genuina de lo diferente;
· preservar los lugares de apego y saber que desde allí, desde esa situación de pertenencia toda “lucha es una fiesta”; sólo desde la integridad de esos lugares de apego –tanto urbanos como rurales- podremos evitar esta sistemática destrucción del presente y el futuro; podremos construir el mundo otro.
18 y 19 de diciembre de 2008
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