lunes, 22 de diciembre de 2008

Documento de trabajo: “2010, odiseas bicentenarias”. Claudia Briones.


A esta altura del año, no tengo cabeza suficiente para pensar nada por mí misma, pero sí corazón para desear que pensemos juntos. Así que más que presentar un escrito, voy a hacer dos cosas. Por un lado, adelantar un punteo de algunas cuestiones a considerar como una especie de piso o apoyo para los intercambios colectivos. Una suerte del conjunto de marcos/contextos desde y contra los cuales me parece importante discutir. Por el otro, introducir un listado de apuestas concebidas en vena utópica. Y lo utópico tiene aquí un sentido preciso, tomado en préstamo de la colega Rita Segato, quien sostiene que las utopías debieran ser menos vistas como imaginarios para “concebir el futuro” que movidas para “conducir al futuro”.
Marcos
Como toda fecha cargada de sentido social, los bicentenarios darán ocasiones para explicitar proyectos y lecturas muy distintos, algunos antagónicos, otros complementarios. En ocasiones, serán metas en sí mismos, para refrendar sentidos sedimentados. En otros casos—y confío que será el nuestro—sólo constituirán una excusa, una especie de punto de inflexión para evaluar cuestiones que los exceden, pero que las conmemoraciones oficiales que susciten seguramente ayudarán a mostrar de una manera condensada: proyectos de país que escasamente contienen alternativas que nos gustaría fuesen expresadas (y que por el contrario anidan otras que nos preocupan o sublevan).
Unas y otras formas de conmemorar van a poner en movimiento tres tipos de trabajos sociales para disputar significaciones. Los tres hacen falta para pensar productiva y orientadamente. Hablo de:
1. Trabajo social de exégesis para captar en qué momento del sistema mundo y de su organización en estados-nación estamos.
2. Trabajo social con las memorias, para pensar y rearticular relaciones entre presente, pasado y futuro de maneras más relevantes a nuestras instalaciones estratégicas contemporáneas.
3. Trabajo social con la política/lo político, para des-estabilizar y re-vincular sentido común y filosofía, para crear “lugares de enunciación-otros”, que desafíen las inversiones hegemónicas previstas, que obliguen a considerar lo que/a los que hasta el momento no cuentan. Por aquí pasa lo que puntearé como “apuestas” más adelante.

Pero si vamos a los dos primeros puntos, cuando pienso en el momento del sistema mundo y los estados nación, intuyo que tanto la gubernamentalidad neoliberal como el unipolarismo están en redefinición. Ya veníamos viendo (es parte de la gubernamentalidad neoliberal) que existen distintas agencias además de la estatal con capacidad de incidir en las prácticas estatales o de formular políticas de estilo estatal. Por un lado, agencias multilaterales, internacionales y de cooperación que se abocan a realizar inversiones hegemónicas para producir gobernabilidad desde la noción de governanza o buen gobierno. Por el otro, entramados de movimientos y activismo de base que discuten las fronteras y buscan articularse por encima de ellas, muchas veces para actuar dentro de ellas.
En los últimos años, guerras y violaciones de derechos humanos se sucedían y el sistema mundo parecía seguir funcionando en piloto automático. Sin embargo, las bolsas se desploman y los estados empiezan a juntarse para pensar qué hacer; parecen aliarse para retomar una iniciativa supuestamente perdida frente al capital para defender al capital. Podemos pensar que son encuentros para que nada cambie, o puntas de iceberg que se interpretan como necesidades de cambio en las condiciones de gobernabilidad… Podemos pensar que los recursos materiales y simbólicos en disputa son los mismos, o se están desplazando. Quien sabe. Pensemoslo un poco pues, aún con los escasos indicadores disponibles, estos serán los marcos en que nos tocará desenvolvernos.
En cuanto a los trabajos de la memoria, una narrativa de balance debiera trabajar en tres dimensiones:
- Reconfirmar convicciones. No soy historiadora para discutir cuán revolucionarias fueron las revoluciones de 1810. No me parece que ése sea el punto aquí. Lo cierto es que, con el tiempo, “las independencias” fueron usadas para pensar eso: cómo y por qué oponerse a las relaciones coloniales. Lo que tenemos por delante es identificar las múltiples formas en que las relaciones coloniales siguen reinscribiéndose, los diversos contextos en que cada uno de nosotrxs—y no sólo los poderes constituidos sino los poderes constituidos en nosotrxs—las seguimos reinscribiendo. Debemos promover un mundo poscolonial? Un mundo de-colonial? No lo sé. Hablemos. Lo que me parece importante es hacer explícitas y más públicas esas múltiples formas que van desde la Política de la governanza mundial y estatal, hasta la política en las calles y lo político en nosotros como personas. Si somos eficaces, muchos—desde distintos lugares y experiencias—se sumarán a la partida. Y tenemos que ser muchos para no quedar pedaleando en el aire. Hablamos de un mundo donde quepan muchos mundos? Tal vez. No me gustaría olvidarme de hablar de personas habilitadas a transitar y habitar con-otros los muchos mundos que nos constituyen.
- Identificar para retomar promesas inconclusas. Qué fue lo que las independencias (y sus devenires posteriores) prometieron y no cumplieron pero debería ser no olvidado y cumplido? Con todas las fallas y complejidades del caso, hablamos de la extensión de los derechos civiles, políticos, económico-sociales, culturales, ambientales, de género y opción sexual. No tomemos esta extensión por cumplida ni la ampliación por dada. Podríamos imaginar cómo extender y hacia dónde ampliar?
- Nombrar fallas para enmendarlas. Si la potencia de discursos de ciudadanía y derechos universales aún está por expandirse, sabemos que la misma idea de universal se hizo a costa de silenciar otras formas y dimensiones de ciudadanía y derechos. Desde dónde pensar y enunciar estas fallas de modo más adecuado? Desde dónde repensar lo que hasta ahora son convicciones de sentido común, sea por pensar como inevitable tensión “la dialéctica universal/particular”, sea por pensar que “las identidades son y deben ser inescapablemente contrastivas” o trazar cadenas de equivalencias que no sabemos quién monitorea…..

Apuestas para conducir al futuro
Importa en esto empezar a imaginar a dónde queremos llegar, como pensar los caminos a transitar para hacerlo. Si hacemos las cosas bien, ese punto de destino debiera ser movil, irse corriendo, como todo horizonte, a medida que creemos ir acercándonos a él.
En ese horizonte y en los caminos que nos conducen hacia él, veo varias cosas:
- Los condenados de la tierra y de las patrias no son “errores” sino síntomas. Debemos convencernos y convencer de que sus demandas no son amenazas, sino diagnósticos.
- Los distintos eufemismos para hablar de desarrollo (etnodesarrollo, desarrollo sustentable, etc.) no son remedios sino placebos, que se visten de los colores de la “responsabilidad social empresaria”, el “capital social” y la “conciencia ambiental”, pero no abordan la etiología del problema. Además de denunciar sus limitaciones, debiéramos empezar a pensar alternativas (aún grande, como esto me queda a mí).
- Renunciar a la interculturalidad como cliché políticamente correcto (como el decálogo boliviano propone renunciar a la guerra), si la interculturalidad se entiende como un estado de relaciones sociales o como una una receta. Verla en cambio como experiencia constitutiva de nuestras subjetividades (aunque en distinto grado, según las trayectorias de vida que nos están disponibles o cerradas) es una forma de empezar a construirnos (y construir desde nuestras potencialidades) como personas habilitadas a transitar y habitar con-otros los muchos mundos que nos constituyen, en vez de cómo individuos apresados en mosaicos de diferencias, que no pueden por ello visualizar otras nociones de la política que la de ser un juego de suma cero.
- A partir de ciertas demandas se empiezan a introducir ideas de “patrimonios” tangibles e intangibles y de propiedad intelectual para resguardar saberes. ¿Alcanza con introducir en esto sujetos colectivos de derecho o habría que desmontar las nociones de propiedad que los alientan? En todo caso, si vamos a tomar ideas prestadas de otros como patrimonio de todos, pidamos permiso y conversemos si las estamos interpretando en una buena dirección.
- La mayor parte de las veces, los derechos y los procesos sociales no son difusos. Es hora de empezar a preguntarnos si difusos (o disgregantes) no son más bien los conceptos que venimos usando para pensarlos.
¿Qué tiene que ver esto con los bicentenarios? Nada si los imaginamos como eventos; todo si los pensamos como postas de tránsito en las varias odiseas que nos ponen en movimiento para acercarnos a otros horizontes.

Claudia Briones, al correr de la pluma,
y con las disculpas del caso…
9/12/2008

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