lunes, 22 de diciembre de 2008

Miradas sobre el Bicentenario. De Gabriela Romano y Claudio Garrott. Asamblea de ciudadanos por la vida. Chilecito-La Rioja.


A fines del siglo XVIII se produjo la crisis del orden colonial español que dio origen en América a un proceso de características revolucionarias; este proceso no tuvo el mismo desarrollo en las diversas regiones del continente. En 1780 se produce en los actuales territorios de Perú y Bolivia la rebelión de Túpac Amaru y Túpac Katari que luego se extendió a otras regiones con la rebelión de los “comuneros” de Nueva Granada (Colombia). Estos levantamientos fueron cruelmente sofocados pero dejaron la sensación de que se avecinaban vientos de cambio.
En el Río de la Plata, la revolución fue iniciada por grupos urbanos criollos que, influenciados por las ideas de la Ilustración, aprovecharon las dificultades por la que atravesaba la corona española para iniciar acciones con el fin de lograr cambios en el orden vigente. En México, la Revolución por la independencia, comenzó con un levantamiento de indígenas y mestizos, sectores que aún hoy cumplen un papel fundamental en la historia de ese país. En la Banda Oriental, la lucha contra la dominación española surge en las zonas rurales y sus principales protagonistas fueron gauchos, peones de estancia y pequeños propietarios rurales, liderados por José Gervasio Artigas.
El proyecto revolucionario artiguista se diferenció del de Buenos Aires porque planteaba mayores transformaciones al orden vigente al proponer una reforma de la estructura agraria favoreciendo a los trabajadores rurales sin tierras y defender el sistema federal de gobierno. Sin dudas Artigas fue uno de los pocos revolucionarios rioplatenses que comprendieron la importancia de un verdadero proyecto de cambio social basado en la distribución de la tierra. La tenencia de la tierra es una problemática que atraviesa todos los períodos históricos, no tan sólo de nuestro país sino de Latinoamérica y es una deuda pendiente con los pueblos originarios y campesinos.
Si tomamos como referencia el escenario del Río de la Plata, vemos que la Revolución no tuvo el mismo significado en Buenos Aires que en el resto de las provincias. Como afirma José Luis Romero “Los liberales y los conservadores se enfrentaban por sus opiniones. Pero los porteños y las gentes del interior se enfrentaban por sus opuestos intereses. Buenos Aires aspiraba a mantener el poder político heredado de su condición de capital del Virreinato. Los hombres del interior comenzaron a ver el propósito de ciertos sectores de asegurarse el poder y las ventajas económicas que proporcionaba el control de la aduana porteña. Intereses e ideologías se confundían en el delineamiento de las posiciones políticas, cuya irreductibilidad conduciría luego a la guerra civil” (Breve Historia de la Argentina).
Una de las consecuencias de la Revolución fue la desorganización de la economía colonial. Las necesidades creadas por la guerra llevaron a los gobiernos revolucionarios a buscar diferentes formas de obtener recursos. La liberación del comercio no tuvo el mismo impacto en todo el territorio del antiguo virreinato, poco a poco se fueron diferenciando 3 regiones económicas según las posibilidades que tenían sus producciones de colocarse en el mercado internacional liderado por Inglaterra: Buenos Aires, el Litoral y el resto de las provincias. Esto marcaría profundamente el destino de cada una de esas regiones, el país comenzaba ha organizarse mirando al puerto. El interior aportó a las luchas revolucionarias pero cuando el poder español fue derrotado, se le dio la espalda y se pretendió que se transforme como expresa Ricardo Mercado Luna en “un pueblo disciplinado, sobrellevando su pobreza con pulcritud y buenos modales”.
Veamos por ejemplo, cual era la situación de La Rioja en 1.862 (la “aldea miserable” al decir de los cronistas mitristas), según el informe que Régulo Martínez enviara desde San Juan al General Mitre, “Esta provincia tiene 25 ó 30 pequeños pueblos. En ninguno, ni en la capital, hay una escuela del gobierno y las dos únicas que se encuentran son tenidas por dos sacerdotes que hacen esto por pura caridad. En fin, este país no se parece a ninguno de la República. No hay administración, no hay presupuesto, no hay renta..”. Es conocida la forma en que los “coroneles de Mitre” se encargaron de “disciplinar” al interior y doblegarla al centralismo portuario.
Párrafo aparte merece la situación de los pueblos originarios quienes resistieron y resisten frente al avance sobre sus espacios vitales primero con la conquista española y luego con la “conquista del desierto”
Detenernos y echar una mirada al camino recorrido desde 1.810 nos permite aportar otras miradas al Bicentenario. Dicen que a la historia se la juzga con el tiempo y se le construye con acciones: ¿Podemos hablar hoy de Revolución? ¿podemos hablar de independencia? Si revolución es cambio, ¿qué cambios se dieron en América?, simplemente pasamos de una dependencia política a una dependencia económica. El Norte manda, el Sur obedece, el Norte diseña e impone formas de dominación desde “arriba”, el Sur resiste desde “abajo”
Acercarnos al Bicentenario sirve entonces para preguntarnos acerca de qué país tenemos y qué país queremos sirve para juzgar a la historia, interpelarla, desenmascararla, sacudirla y dejar que las verdades salgan a la luz. No podemos permitir que nos sigan imponiendo proyectos nacionales que hablan de justicia, progreso, equidad cuando la realidad nos golpea tan fuertemente, que se puede visualizar, fuera del orden, a miles de argentinos levantando su voz para denunciar la marginación, la entrega de nuestros bienes comunes, la violencia, la complicidad, la pérdida de la identidad y la territorialidad.
Voces que, como las nuestras, también sienten y creen conveniente pensar en otro Bicentenario. Los grandes cambios en la historia se dieron cuando hombres y mujeres dijeron BASTA y tomaron la decisión de protagonizar el momento que les había tocado vivir.
Esperamos que este espacio que se ha generado sirva para discutir, reflexionar, intercambiar ideas, escucharnos, generar acciones conjuntas, crear colectivamente, contribuir con nuevas miradas, unir la palabra a la acción y pensar que son posibles los cambios que anhelamos.

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