lunes, 22 de diciembre de 2008

Si llevas mi espejo no necesitas de mí. Norma Giarracca



El “Mayo” argentino o “El Grito” del setiembre mexicano, celebran los aniversarios del momento en que estos territorios, por complejas circunstancias, deciden independizarse de la corona española. Momento que cierra un período y abre paso a otro compuesto por décadas de convulsiones políticas y sociales. Los criollos blancos educados en (o por) Europa van configurando sus dominaciones territoriales con la finalidad de expulsar militarmente a los españoles y, simultáneamente, marcar las líneas de frontera con las comunidades indígenas en resistencia, con la intención de hacerles saber quienes habían “heredado” estos territorios usurpados.

El siglo XIX está signado por esas construcciones político-militares no exentas de conflictos entre grupos de criollos ubicados en distintas posiciones geográficas, económicas y políticas. En la Argentina, algunos caudillos de las provincias alejadas de Buenos Aires, combatían las ideas del liberalismo económico que las élites porteñas promovían en detrimento de sus regiones y lograron entablar relaciones cercanas con diferentes sectores subalternos: los campesinos, los indígenas, los afrodescendientes y trabajadores criollos de las minas y de las haciendas. En la “historia oficial” pasaron a ocupar el lugar de la “barbarie” (entramados con todos estos sectores subordinados) frente a la “civilización” europeizada y modernizadora, encarnado en el sector criollo “aporteñado”.

La historia del poder colonial no sólo no fue revisada sino que fue reafirmada por las élites poscoloniales criollas. Las diferentes comunidades de los pueblos indígenas eran nombrados como “los indios”. Aníbal Quijano[1] sostiene que desde el momento en que los ibéricos pisaron y nominaron estos territorios borraron la gran variedad de culturas, idiomas, identidades y memorias (mayas, chimús, aymaras, guranies, etc…) y, trescientos años después, quedaron reunidos en una sola identidad de “indios”. Con este etnocidio identitario comenzaba un verdadero despojo del lugar de esos pueblos en la historia de la cultura de la humanidad. Dice Quijano “…el patrón de poder fundado en la colonialidad implicaba también un patrón cognitivo, una nueva perspectiva de conocimiento dentro de lo cual lo no-europeo era pasado y de ese modo inferior siempre primitivo” (Pág. 221).
Por la fuerza de la resistencia y luchas indígenas de los noventa, esta reducción identitaria fue objeto de un cuestionamiento radical desde una parte significativa de las poblaciones latinoamericanas y del mundo en general. Un conjunto de pensadores, académicos y universitarios acompañando los derroteros de los movimientos sociales proponen no sólo reflexionar sobre estos tópicos, sino colaborar en la recuperación cognitiva, epistémica, teórica y política de lo invisibilizado por la modernidad/colonialidad…

Cuando marcamos el año de 1810 como hito es, básicamente, porque aparece como una bisagra, termina el colonialismo único de dominación directa y comienza la etapa del doble “colonialismo” con modos mixtos de dominación hegemónica: el externo que pasa de la hegemonía ibérica a la británica y luego a la subordinación a los EEUU del capitalismo central; y otro “interno” asumido por un sector de criollos blancos ligados a las ideas de la modernidad europea y luego también norteamericana. Ese sector criollo colonial decide mantener y reforzar las categorías raciales de dominación para incorporar otras sociales demarcadas por el reparto de la tierra pública (usurpada) y por la incorporación de los nuevos estado-nación al mercado capitalista internacional. Una nueva masa de europeos pobres se incorpora como trabajadores y colonos agrícolas y de ese modo se configura una nueva jerarquización entre los criollos “patricios” que detentan el poder y estos nuevos “blancos” europeos.

Y aquí recurrimos nuevamente a Quijano, a esa imagen que nos ofrece cuando nos muestra esta paradoja de mirarnos en el espejo europeo sin ser europeos (aunque algunos se parezcan o algún abuelo se parezca), operación que resulta en esa imagen parcial y distorsionada de América Latina. Cuando aceptamos aquella imagen como nuestra pero seguimos siendo lo que somos, se profundiza la tragedia. “Y como resultado no podemos nunca identificar nuestros verdaderos problemas, mucho menos resolverlos, a no ser de una manera parcial y distorsionada” (Pág. 226). Esta figura del “espejo europeizante” en los tiempos actuales llega a límites impensables en los discursos de las dirigencia políticas, económicas, científicas. Como cuenta Boaventura de Sousa Santos apelando a una imagen de Samuel Beckett, se transforma en “lleva mi espejo y no necesitas de mi”; se construye (con la ayuda de intelectuales orgánicos y medios de comunicación) una imagen de la sociedad argentina que adquiere vida propia y se autonomiza de nuestras verdaderas imágenes de vida, cobran una realidad que aquellos que caminamos estos territorios la sentimos extraña, ajena. Nuestras imágenes sin el espejo europeo son desgarradoras (como las de toda Nuestra América) pero variadas, ricas en culturas, de muchos tonos de piel, de muchos colores de ojos, de muchas formas de producir, de conocer, de saber, de ser joven, anciano, mujer…..

Las celebraciones “oficiales” desde la Argentina parten sin duda de esa imagen parcial y distorsionada, de esta mirada al espejo europeizante. Poco o nada se hablará y reflexionará acerca de aquellos momentos fundacionales desgarradores, excluyentes, violentos que marcaron nuestra historia. Se oculta esa historia cuando se resaltan los pensamientos que configuraron “la sociedad moderna” interpretada, además, exclusivamente con los legados del pensamiento social europeo (aquellos que piensan diferente son que “no utilizan un pensamiento científico”). Es decir, para estos dirigentes existe un único pensamiento capaz de dar cuenta de estos procesos.

José Nun, politólogo, tiene a su cargo la Secretaría de Cultura de la Nación y la celebración (él usa el concepto “festival” de Durkheim) aspira usar las fechas para: “…crear conciencia en la ciudadanía acerca de la importancia de la construcción misma del Bicentenario como un horizonte común que le dé un sentido unificador a las obras y metas que debemos emprender de inmediato. Todo esto para decirles por qué el mayor objetivo al que podemos aspirar es que, en 2010, alguien nos pregunte: ¿Dónde está el proyecto nacional? Y nosotros podamos responderle. Este día de fiesta es un día de celebración de nuestra independencia, de todas las cosas buenas hechas en el siglo que pasó y, sobre todo, del proyecto nacional que se viene desplegando en estos últimos cinco años.´ Éste es el proyecto nacional: las escuelas, la justicia social, la prosperidad económica, el respeto a los derechos humanos, la concientización y la identidad nacional de toda la población, la disminución de la desigualdad, la consolidación de la democracia, todo esto es proyecto nacional. Por eso estoy firmemente convencido de que vale la pena empeñar nuestras mejores energías en producir con entusiasmo nuestro gran festival.”[2] Con esta fuerte creencia en “un sentido unificador” (y único) y con la firme convicción de que todo se soluciona con “el buen Estado” (que en su concepción es el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner), el Secretario de Cultura cree saldar una historia traumática de devastación, saqueos y sufrimientos y tapar los traumas y catástrofes que el capitalismo y la colonialidad de poder producen, en nombre del “desarrollo”, día tras día en nuestros recursos y poblaciones. Se sigue mirando, como se lo ha hecho siempre, en el espejo europeizado que lo conduce a estar capacitado para marcar las agendas (desconociendo la problemática indígena, el saqueo de recursos naturales, la problemática alimentaria, etc.).

La catástrofe existió y se resiste a ser ocultada en este siglo XXI por más “festivales” que se programen. El trauma, el Pachakuti del Antiguo Perú del siglo XVI fue negado pero insiste tercamente en reaparecer, en ser entre nosotros aunque las autoridades políticas lo ignoren; aunque pasen raudamente de la “heroica independencia” (por cierto, también “acriollada” por la operación que consiste en ocultar el origen de la composición de los ejércitos libertadores) a la próspera república de la soja. Este presente distorsionado, o, por lo menos, con una fuerte inversión de sentidos (como dice Horacio Machado) es el que predomina en “el gran festival” del Bicentenario argentino oficial.

Esta operación intelectual “modernizante” en la Argentina del bicentenario busca afanosamente un punto medio de referencia que fija en ese 1910 del “granero del mundo” con “clases educadas” en Europa y palacetes que embellecían la ciudad portuaria. Por suerte, en México remite necesariamente tanto al siglo XIX como a un enfrentamiento en el inicio del siglo XX: la primera Revolución Zapatista. Y esa representación de lucha incompleta que se retoma cada comienzo de siglo es muy fuerte en aquel país: 2010 en México celebran un bicentenario, un centenario y se desliza la posibilidad de un acontecimiento político que nadie, aún, puede poner en palabras. Esta situación tiene que ser tomada en cuenta para nuestro proyecto. Necesitamos para México y para toda Nuestra América Latina/Abya Yala recursos capaces de leer las novedades que pueden presentarse y comprender los doscientos años transcurridos en su cabal sentido: procesos violentos, operaciones de invisibilización, conformaciones hegemónicas coloniales de nuevo cuño, continuidades de los genocidios y epistemicidios, jerarquización étnica, de género, social; pero también resistencias, resurgimientos culturales, religamientos sociales de base, etcétera.

Por eso proponemos pensar de “abajo o desde más abajo” (como siempre nos recuerda Zibechi que dicen los zapatistas) estos doscientos años de configuración de una colonialidad de nuevo cuño que Aníbal Quijano y muchos otros comenzaron a denominar “del poder y del saber”. Proponemos hacerlo situados desde el SUR, desde un conocimiento desde los MÁRGENES que recupera los pensamientos y prácticas críticas, emancipadores y potentes de toda la humanidad. Se trata de aprovechar la oportunidad para encontrarnos y conocernos más, pensar juntos y dar a conocer este otro relato que construimos entre todos.

Buenos Aires, 8 de diciembre de 2008
[1] Quijano, Aníbal “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina” en Lander.E. (Comp.)La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales, Buenos Aires, CLACSO
[2] Extraído del libro "Debates de Mayo I. Nación, Cultura y Política". José Nun compilador. Ed. Gedisa. Bs. As, 2005

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